Estrategias de fertilización en zonas áridas y semiáridas

Estrategias de fertilización en zonas áridas y semiáridas

La fertilización en zonas áridas exige precisión. Ya que los terrenos que reciben poca lluvia, una alta evaporación y suelos a menudo salinos o calcáreos, requieren que los nutrientes lleguen a la raíz en el momento justo. De lo contrario, se pierde por volatilización, fijación en el suelo o lavado puntual tras un riego.

En este artículo te contamos qué prácticas y técnicas pueden ayudarte a mejorar la eficiencia de los fertilizantes y sostener su rendimiento en zonas áridas y semiáridas. 

Lectura sugerida: Cómo actúa el calcio en los cultivos y cuándo aplicar fertilizantes con calcio

Retos nutricionales en climas secos

Los suelos áridos suelen presentar un pH elevado y caliza activa, lo que reduce la disponibilidad de fósforo (P) y de varios micronutrientes como el hierro, o el zinc. Además, la salinidad y el estrés hídrico comprometen la absorción de potasio (K) y de calcio (Ca), y favorecen desequilibrios iónicos que se traducen en menor crecimiento y calidad de cosecha. Cuando el riego es imprescindible, la estrategia de aplicación del nutriente —qué, cuánto y cómo— marca la diferencia en la eficiencia de uso de fertilización en zonas áridas. 

Cómo ahorrar agua y nutrientes con el riego y la fertirrigación

En climas secos, la fertirrigación por goteo permite dosificar nutrientes con el agua exactamente donde están las raíces, reduciendo pérdidas y elevando la eficiencia de uso de agua y fertilizante frente a sistemas tradicionales. Esta integración de riego y nutrición ha mostrado mejoras claras en productividad y uso eficiente del recurso hídrico en contextos áridos y semiáridos. 

  • Claves operativas. Fraccionar las dosis según fenología, ajustar la conductividad eléctrica (CE) de la solución nutritiva y evitar pulsos largos que arrastren los nutrientes fuera de la rizosfera. Así, el cultivo recibe “micro-raciones” frecuentes, más fáciles de absorber en condiciones de baja humedad del suelo. 

El fósforo en suelos calcáreos

En suelos calizos típicos de áreas áridas, el fósforo se fija rápidamente a los carbonatos y pierde disponibilidad. Existen dos prácticas que ayudan a revertirlo. Por un lado colocar el fósforo en banda cerca de la raíz y asociarlo a fuentes amoniacales acidificantes, que crean micrositios con pH más bajo y mayor disponibilidad. Y por otro lado, fomentar la materia orgánica también mejora la dinámica del P en el tiempo.

Nitrógeno para minimizar la volatilización en climas calurosos y secos

Las altas temperaturas, suelos alcalinos y aportes de urea favorecen pérdidas por volatilización de amoníaco. Para mitigarlas, conviene incorporar el fertilizante, regar inmediatamente tras la aplicación, o utilizar inhibidores de ureasa y fuentes de liberación controlada, que han demostrado reducir la pérdida de nitrógeno y estabilizar el suministro al cultivo en ambientes propensos a la volatilización.

Potasio y salinidad

Cuando existe salinidad o cultivos sensibles al cloruro, la elección de la fuente de K importa. El sulfato de potasio (K₂SO₄) se utiliza de forma preferente allí donde el cloruro pueda acumularse o resultar problemático, al aportar K sin sumar Cl⁻ y contribuir al balance iónico del suelo y de la solución nutritiva.

Micronutrientes en pH alto

El pH elevado reduce la disponibilidad de Fe y Zn. Para hierro, en especial, los quelatos estables a pH alto (por ejemplo, Fe-EDDHA) resultan más eficaces que otras formas en suelos calcáreos. Aplicarlos vía fertirrigación o en el bulbo húmedo, y programar refuerzos foliares en fases críticas (brotación, cuajado), ayuda a sostener la fotosíntesis y el vigor. 

Materia orgánica, coberturas y bioestimulantes para combatir el estrés de la plantación

Aumentar el carbono orgánico del suelo mediante abonos (compost y estiércoles estabilizados) y cubiertas vegetales temporales mejora la infiltración, la retención de agua y la capacidad tampón del suelo, lo que se traduce en mejor disponibilidad de nutrientes. Estas prácticas, junto con un manejo de riego eficiente, elevan la eficiencia global del sistema y reducen pérdidas de P y N. 

Conclusión

La fertilización en zonas áridas supone toda una ingeniería que estudia la disponibilidad del agua y las necesidades del cultivo en cada momento. La combinación de fertirrigación de precisión, la colocación inteligente de fósforo, el manejo del nitrógeno para evitar volatilización, la selección adecuada de potasio en ambientes salinos y un uso estratégico de quelatos de micronutrientes permite sostener la productividad incluso bajo estrés térmico e hídrico. 

A la fertilización en zonas áridas se deben sumar prácticas que mejoren la estructura y la materia orgánica, con el objetivo de que el sistema se vuelva más eficiente y resiliente. Con un buen diagnóstico y estas pautas, cada unidad de nutriente de los fertilizantes cuenta… y se nota en la cosecha. 

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